dimecres, 21 de gener del 2009
God bless Obama
Señoras, señores, estadounidenses, ciudadanos y ciudadanas del mundo: hoy es el primer día del resto de nuestras vidas. Pero hay que ser fuertes para afrontar las adversidades, hay que trabajar duro para hacer frente a esta crisis y luchar contra el terrorismo, para conseguir acabar con el fracaso escolar, para conseguir dotar a nuestro servicio médico de la calidad que merece, para volver a ser la nación unida que siempre fuimos.
Éste, a grandes rasgos, viene a ser el espíritu que se le queda a uno después de seguir la toma de posesión del cargo de Obama. El que, ahora sí, ya es el actual presidente estadounidense. El nº 44, para ser exactos. Si las expectativas puestas sobre el nuevo presidente eran enormes, casi más lo fueron las de los actos celebrados ayer, para los que se congregaron más de 9.000 agentes de seguridad y 11.500 militares, se instalaron 5.000 lavabos portátiles (a uno por cada 600, no está mal) y se esperó la visita de 300.000 personas SOLO contemplando la caravana.
Debieron quedarse cortos los organizadores, porque lo vivido ayer escapa de toda lógica humana, escapa de toda previsión y, por encima de todo, escapa de cualquier recuerdo vivido que tengamos cualquiera de nosotros. Si lo de Kennedy, con aquella apuesta sonrisa, ya fue toda una revolución, comprobemos las imágenes, hablan por sí solas.
Toma de posesión del cargo de John F. Kennedy (20 de enero de 1961)
Toma de posesión del cargo de Barack H. Obama (20 de enero de 2009)
El Mall, el gran paseo de jardines de casi 4 kilómetros del centro de Washington fue el lugar de mayor afluencia. Miles y miles de personas quisieron no perderse aquel momento que calificaron de “histórico”. Aún sin datos oficiales, la cifra estimada está entre el millón y los dos millones de asistencia.
Ante ellos se presentó un Obama seguro, que solo dudó un instante al jurar la clásica fórmula por culpa del Presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, que cambió el orden de las palabras. Anécdota que se queda en anécdota, como la de los bailes inaugurales celebrados por todo el país (diez oficiales y otras decenas espontáneas) o el menú que se sirvió en el Capitolio, inspirado en los gustos del mismísimo Lincoln pero eso sí, rebajando la mantequilla por aceite de oliva, que hay que cuidar la figura.
Sin esa categoría de anécdota nuevos episodios, como el vivido por el senador Robert Kennedy (la maldita maldición de los Kennedy, valga la redundancia) que tuvo que ser trasladado al hospital por unas convulsiones probablemente causadas por el tumor cerebral contra el que está luchando.
Fórmula de juramento recitada sobre una Biblia casi ancestral sujetada firmemente por Michelle con guantes verdes, una instantánea para la historia. Y después de eso, y de alentar al país, el camino hacia la Casa Blanca que los Obama, muy conscientes de las pasiones que despiertan, prefirieron realizar un rato a pie saludando al público.
El discurso, protagonista de la jornada, ha sido calificado por algunos medios como demasiado superficial, pues el nuevo presidente estadounidense se limitó a repasar algunas de las cuestiones principales que afectan al país. Permítaseme decir aquí, que para algo es mi blog, que el discurso podría haber optado por la vía fácil de la emocionalidad y la esperanza vacías y Obama, de nuevo en un magistral ejercicio de retórica, optó por el realismo, por hacer que sus interlocutores fueran conscientes de los males momentos que se avecinan.
Lejos de tornarse en un discurso pesimista, el nuevo presidente fue capaz de transmitir esta misma esperanza repasando todas esas cuestiones si más no “complicadas” de tratar en un día festivo como ese: “Hoy os digo que los desafíos que afrontamos son auténticos, serios y numerosos. No se podrán afrontar fácilmente ni en breve plazo. Pero debes saber esto, América, se afrontarán”.
“Conquistar la grandeza” de la nación, los nuevos planes para el comercio, la apuesta por las nuevas energías, las relaciones de Estados Unidos con las otras naciones del mundo (incluso con las que siguen regímenes dictatoriales), la guerra de Iraq, Afganistán, las relaciones con el mundo musulmán, la corrupción, la pobreza… son temas que, en un día festivo como el de ayer, muchos norteamericanos no esperaban oír en un discurso inaugural, pero que invitó al pueblo a reflexionar y a mirar esperanzados, pero no acomodados, hacia delante.
“Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos puestos a prueba nos negamos a dejar que acabara este viaje, que no volvimos atrás ni vacilamos, y con la vista puesta en el horizonte y la gracia de Dios sobre nosotros, llevamos aquel gran regalo de la libertad y lo entregamos a salvo a las generaciones venideras. Gracias, que Dios os bendiga, que Dios bendiga a América”.
Déjenme añadir, finalmente, un par de detalles más que a una servidora le dejaron anonada en la intensísima jornada de ayer (que lo fue tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo): se esperaban miles de personas, se esperaba esta expectación, pero lo vivido ayer en Washington, en los hogares de todas partes del mundo, no tiene comparación a nada vivido anteriormente. Que la mismísima Beyoncé, tejana republicana y conservadora, les cante una balada a Barack y Michelle y se emocione llorando al hacerlo, no tiene precio.
Y seguiremos dándole nuestro voto de confianza al nuevo presidente. Al fin y al cabo, nunca antes se nos presentó nadie con este carisma, ese saber hacer, ese hacerse querer. God bless Obama.
Baile de celebración del vecindario
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